miércoles, 26 de diciembre de 2007

No sabes...




Tú no sabes lo que me pasa cuando yo te miro. Ésto que me golpea el pecho y me alimenta las ansias... ansias de tenerte y tocarte, de tocarte y amarte...

 Te hablo del huracán que duerme en mi sangre y que despierta con sólo mirarte. Éste sentimiento que me dejaste varado en los huesos el día que te conocí. 

Yo no sabía que ésto me ocurriría al acudir a tu llamado y ahora mírame... mírame. Tú no sabes lo que yo siento cuando me miras: es un caer lento y profundo desde la cima de mí misma y que me hace cautiva de cuerpo entero y tiemblo y me ahogo y me seco y finalmente me muero en tu sonrisa porque es tan fuerte... es demasiado fuerte el poder que ejerces sobre mis latidos, mujer. Y te miro y ya no miro nada más... te oigo, te presiento en un reflejo. En un recuerdo. Aquel recuerdo tibio y desmesurado de tu aliento sobre mis labios que me contagian vida. Y te miro y me da cierto conocido temor, que no angustia ni pesa, que acompasa el corazón y hace fluir la sangre como sólo fluye al nacer. 

Yo muero y renazco en tus ojos y en los míos. Tú no sabes lo que yo siento cuando te miro.

AtL.

lunes, 10 de diciembre de 2007

"Eran de piedra".



"Eran de piedra".

Mis manos eran de piedra,
de la más dura y cerrada cantera.
De siglos de miedo y de confusión.
Inherte mineral, centinela
del más hondo y oscuro paraje
que resguardaba el más obvio secreto.
Eran sin ser nada,
inalterables, inútiles, atadas.
Así eran ellas... vacías, vanas.

Y eran mis labios futil fantasía
de un sombrío invierno
o un lejano verano.
Mil veces desearon la visita amada...
y los visitaron las mil soledades.
Mis labios de arcilla,
de tierra culaquiera
¿pudieran acaso - ¡ay, acaso pudieran! -
pronunciar tu nombre, !oh! mujer serena?

Mis manos eran de piedra,
de la más dura y cerrada cantera.
¿Qué maravilla o don reviste tus sienes
que tu voz me pronuncia
y mi piedra parece clara agua ligera?
Pasas tú, mi dueña, absorves mi sed.
Llévate mi piedra con su potencial:
mi piedra acompleta tu blanca pared,
mi piedra que es agua por tu voluntad.

Y eran mis labios futil fantasía,
mis labios de arcilla, de tierra cualquiera.
De siglos vacíos, de tardes desiertas.
En tales tierras, tú mujer, sembraste anarquía
¡tú, mujer amada, mi esclava, mi dueña!
y crecen los sueños, las ansias tremendas:
en mi tierra seria se yergue tu flor
que es antecesora de tu tierno fruto
redondo y profundo... ¡tu beso de amor!

AtL.

"Estrellita azul".



"Estrellita azul".



!Maravillosa estrellita azul!

a la distancia, nítida luz.

- Si venzo esa cifra

tu fuego me abraza -.



¡Estrellita, estrellita azul!

Quiero pedir un deseo

un deseo a tu gradiosa luz,

y luego pedirte mil más.

Tú te adelantas a ellos

y antes de formular alguno

ya me llenaste las manos.

Sí, ¡llenas de tu cintura!



¡Linda, perfecta estrellita!

¿Podré pronunciar un deseo

y dirigirlo a tu luz?

Vuelves a leer mi pensamiento

tu encanto atónita recibo:

Tu labio derrama en mi boca

tu dulce, ¡dulce y letal pasión!



AtL.



domingo, 2 de diciembre de 2007

"Destino". C. Conde



"Destino".

¡Qué sorpresa tu cuerpo, qué inefable vehemencia!
Ser todo esto tuyo, poder gozar de todo
sin haberlo soñado, sin que nunca
un ligero esperar prometiera la dicha.
Ésta dicha de fuego que vacía tu testa,
que te empuja de espaldas,
te derriba a un abismo
que no tiene medida ni fondo.
¡Abismo y sólo abismo
de tí hasta la muerte!

¡Tus brazos!
Son tus brazos los mismos de otros días,
y tiemblan y se cierran en torno de tu cuerpo.
Tu pecho, el que suspira, ajeno, estremecido
de cosas que tú ignoras,
de mundos que lo mueven...
¡Oh, pecho de tu cuerpo, firme y tan sensible
que un vaho lo pone turbio
y un beso lo traspasa!
¡Si nunca nadie dijo que así se amaba tanto!
¿podías tú esperar que ardieran tus cabellos,
que toda cuanta eres cayeras como lumbre
en un grito sin cifra,
desde un acordillera gritada por la aurora?

¿Ceniza tú algún día? ¿ceniza ésta locura
que estrenas con la vida recién brotada al mundo?
¡Tú no te acabas nunca, tú no te apagas nunca!
Aquí tenéis la lumbre, la que lo coge todo
para quemar el cielo subiendo la tierra.

Carmen Conde.
-fragmento-

"Confusión" C. Conde


"Confusión".

Ahora empezarás, mi vida,
a no dejarme vivir.
A que los días y las noches sólo sean
el ahogo feroz de tu encuentro.
De tu incorporación a mí,
de tu revestimiento de mí.
A que mi sangre no sepa detenerse sola,
y se arroje a la tuya, a tí,
con la furiosa alegría de amarte,
del éxtasis de saberse tuya;
y de la angustia,
del tremendo milagro oscuro
¡que es pertenecerte!

Ahora sí; ahora.
Cuando no me busca nadie ni yo busco.
Porque tu voz llena de altos ecos la tierra,
y tu olor los jardines mas sombríos,
y de tu pecho caen las campanas de mis deseos
de tí, de mí, qur por tí me recobro
y aprendo, vida mía, alma mía, amor,
que es verdad que soy de carne,
que es verdad que duelo,
y gozo, y sufro, y grito
porque soy tuya.

¡Momento agotado del mundo
éste en que te sé lejos de mí!

Apúralo todo, regresa a nuestro abismo
y déjame en tí sumida,
fuerza que se te dió sin lágrimas
de rebeldía, aunque con llando de violencia
por verse tuya.
Yo, que no era de nadie,
¡ni siquiera mía nunca!
esclava tuya, entregada tuya, amante.

Carmen Conde
(de "Iluminada tierra", Madrid 1961).

"Quédate"



"Quédate".

Mujer, tu presencia ha cambiado mi vida.
Absorto. el dolor ha sido desterrado.
Es hoy tu latido bella melodía
que escucho en mi piel al calor de tu abrazo.

¡Qué hondo y tranquilo es el mar de tus ojos!
en ellos me quedo, fiera cautivada.
Me amas con ellos, lo siento, lo noto...
un beso me pide tu tierna mirada.

Y yo tan sedienta. tan quieta y callada.
Tan naturalmente me siento atraída
y así, sin pensarlo, me pruebo tus alas:
tu boca es el cielo y vuelo poseída.

Soy fiera domada... entra en mi guarida.
Quiero estar contigo, ¡quiero ser tuya!
Quédate otro rato, que sea toda la vida.
Deja que el amor y la vida fluyan.


AtL.