viernes, 1 de febrero de 2008

"Los armarios..." 2a parte.

(Continuación...)

Pausa en mi mente... "Sí... y no".

Yo: "Sí madre, pero eso no es todo lo que ha provocado ésta situación. Yo también tengo mi parte en eso..."

Y así, sin más, me ví ante mi madre, abriendo una vez más, aquella puerta... desde adentro del armario. Viéndola a los ojos le dije sin pensar:

Yo: "Y es que hay algo de mí que tú no sabes... pero sé que sospechas..."

Mi madre con un gran signo de interrogación en la cara, abrió bien los ojos y dejó de mirar el techo de la recámara para mirarme a mí. No decía nada, sólo pasaba suavemente sus largos dedos sobre su frente... no parpadeaba. Me miraba.

Después de algunos segundos de eterno silencio, insistí:

Yo: "Sabes a qué me refiero...?"

Mi madre seguía sin pronunciar palabra... lento movimiento de dedos. Después de una eternidad de algunos segundos, respondió con la cabeza... afirmando tímidamente.

Yo: "Sí lo sabes?..."

Ella asintió de nuevo, asintiendo ésta vez con más seguridad.

Yo: " Lo sabes... a ver, qué es???"

Le dije... temblorosa y algo impaciente... ni un parpadeo. Mi corazón a mil, los poros del cuerpo entero abiertos. Mis sistema nervioso a punto del colapso. La garganta casi crujiendo... cerrándose... adolorida por el esfuerzo de seguir hablando yo sola.

Por fin entreabrió los labios con un movimiento apenas perceptible. Su mano dejó de moverse. Sin parpadear aún, volvió a mirar el techo con sus ojos claros, sumidos en ardua meditación y con el gesto tan serio, tan concentrado, casi inherte que cualquiera hubiera pensado al verla qu aquella era una expresión de miedo... pero no.

Seguían los segundos... 6... 7... no lo sé. Sentada en la orilla de la cama me incliné un poco hacia ella, esforzando cada partícula de mi ser para atender a aquellas palabras que brotarían de un momento a otro. De la mismísima voz de mi madre. Al fin:

Doña M: "Yo creo..."

Un segundo más... nueva pausa mortal. Regresaba el movimiento a los dedos sobre la frente, parecían buscar las palabras dentro de aqella cabeza despeinada, teñida aquí y allá de gris...

Me incliné un poco más... ¿qué saldría primero: ésta lágrima precoz o aquellas palabras esperadas toda una vida?... entonces:

Doña M: "...que..."

Mi cuerpo entero temblaba. Una torre de sentimientos se tambaleaba en mi pecho. Mis pulmones ya se habían olvidado de su función. Paralizada, sentí claramente que lo único q se movía, por voluntad propia, era mi boca, con una sonrisa invertida (al revés, pues), desahuciando todo placer, arrugando mis anhelos y mi corazón de niña, ante tanto dolor repentino...

Doña M: "que... que a tí te gustan las mujeres..."

Cada vello de mi cuerpo erizado al máximo. la garganta hermética que no permitía paso ni a saliba ni a aire; percibí aquellas palabras pronunciadas con seguridad, pero con voz suave, como un secreto ya sabido...

Haciendo escarnio de mi garganta, alcancé a juntar fuerza para contestar inmediata y lacónicamente:

Yo: "Es correcto..."

Mi madre recibió la confirmación en sus oídos y en sus ojos... luego volvió la mirada al techo y prosiguió:

Doña M: "Pero yo creo q eso es producto de tu resentimiento hacia los hombres que por lógica, tu alejamiento de ellos trajo como consecuencia tu acercamiento hacia las mujeres..."

Interrumpí aquel desmesurado discurso con total vehemencia:

Yo: "Déjate de teorías, má! siempre he sido así. Lo supe desde muy niña...desde los 7 años... déjate de teorías. Toda la vida he sido así... y mira que me ha costado trabajo aceptarme!

Y la presa abrió sus compuertas... y el llanto fué incontenible. Al verme quebrantada, mi madre se incorporó y me dijo dulcemente:

Doña M: "Mi amor..!"

Me abrazó y acarició y yo no pude evitar hacerme pequeña otra vez en su regazo y llorar. Llorar, darme ese permiso que siempre me negué de que mi propia madre me viera tan vulnerable, a mí, a la "mayor"... la "inteligente"... la "valiente"... Darme el permiso, el derecho! de derribar aquel mito de la niña fuerte y dejar por fin asomar mi fragilidad honestamente.

Sus manos me acariciaban la espalda y sus labios me besaban la cabeza.

Y así, sin cerrar ese llanto añejo, le dije:

Yo: "No sabes... no sabes todo lo que me ha dolido al imaginar todos estos años éste momento. No sabes lo que he pasado por guardar éste secreto... lo mal que me he sentido al no poder decírtelo. Lo imaginé tantas veces... éste momento... éste abrazo...!"

Doña M: "Mi amor... yo te quiero. No importa nada más. Tú eres mi niña y te quiero así como eres...

-Permítanme (y permítanse) una pausa para soltar éstas lágrimas de nuevo... -

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Y bueno... aquel llanto también concluyó. No fué tan largo, pero sí muy sentido. La actitud de mi madre no me permitió llorar demasiado. Aquella leve sonrisa y esos ojos llenos de amor que no fabricaron ni una lágrima. Así como comenzó aquella humedad salina, así teminó con cálido beso en la frente.

Doña M: "No te preocupes mi niña; no es tan grave. Yo te quiero mucho y vas a estar bien."

Yo: "Yo también te quiero mucho".

Qué alivio tan grande experimentó mi espíritu!!!: ya no había miedo ni vergüenza. El dolor se convirtió en un recuerdo... silencio y calma.

El resto del día se sintió como un día de fiesta. Por fin se rompieron akellas dolorosas cadenas de culpa.

Sobra decir que ese acontecimiento ha resultado tremendamente impactante en mi vida, vida!!! por fin!!! Con semejante apoyo, ¿cómo preocuparse de lo que piensen los demás acerca de mis preferencias sexuales? imposibleee!!!

Mes siento confiada, tranquila... lista para mi renovada vida. Lista para ser yo, por primera vez. Mi fuerza reside en gran parte en haber sido aceptada y saberme amada incondicionalmente por las personas que son realmente importantes en mi vida... y yo soy para ellos igual de importante.

Los armarios son para guardar ropa... tengo 31 años y medio... y no hay plazo q no se cumpla.

Saludos a todas...



AtL

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